Alrededor del año 1930, don Matías Errázuriz, vecino del naciente balneario de Zapallar y su mujer Josefina Alvear donaron al pueblo una escultura de Jesucristo esculpida en bronce que habían encargado a Francia y que fue instalada en una base de piedra sobre un promontorio ubicado a gran altitud en el cerro El Boldo.
El Cristo dominaba el poblado y la bahía de Zapallar desde lo alto, siendo venerado por residentes y veraneantes. Dos veces al año se hacía una procesión hasta su base. Algunos años más tarde, a principios de la década del 40, a raíz de un altercado local, el Cristo fue arrancado de su emplazamiento y arrastrado por bueyes hasta la puerta de la casa de don Matías Errázuriz. Entre las personas a las que les tocó presenciar la triste escena de la imagen de Cristo vejada, estaba el mayordomo de la casa del señor Errázuriz, cuyo nombre era José Figueroa Arancibia. Junto a él estaba su familia: su mujer, la señora Olga Pasache Poblete y su pequeña hija, Adriana Figueroa Pasache.
Después de un tiempo, la imagen de Cristo fue instalada en la propiedad del señor Errázuriz en una pequeña altura de piedras, en la llamada “Vuelta de la Paloma”. Sin embargo, a poco andar, su ubicación debió cambiarse nuevamente, debido a que la propietaria de una casa vecina reclamaba constantemente por la continua llegada de personas a rezar bajo la imagen sagrada.
Por esa razón, en los tiempos del señor Miguel Erlwein, la escultura de bronce fue instalada en el morro de roca vecino a la caleta de Zapallar, donde se encuentra hasta ahora.
Aproximadamente en el año 2003, una religiosa llamada Sor Antonieta se acercó a la oficina del alcalde de Zapallar de la época, Federico Ringeling. Se trataba de Adriana Figueroa Pasache, la niña que había presenciado con tristeza la escena del Cristo arrastrado. En esa entrevista, ella transmitió con mucha fuerza y convicción que tenía la misión de servir de instrumento para que la imagen del Señor volviera al cerro El Boldo.
Ella tenía absoluta claridad de que ello ocurriría, manifestando que incluso “veía” la inscripción que en su base tendría la escultura, que sería: “Yo soy tu Dios, tú eres mi pueblo”. A pesar de esta certeza, ella no sabía cómo cumplir con la voluntad de Dios y en vista de ello, se acercaba al alcalde para pedir su apoyo. Él comprometió su ayuda, pero tampoco sabía en ese entonces cómo poder cumplir el encargo.
Justamente en ese tiempo se desarrollaba una larga disputa legal entre el Municipio y una empresa que pretendía desarrollar un gran proyecto inmobiliario en el cerro El Boldo; uno de los edificios proyectados, ocupaba precisamente el lugar de emplazamiento del antiguo Cristo. Finalmente, el proyecto no se llevó a cabo, sin embargo, el cerro El Boldo fue adjudicado a un banco, el que sacó a remate las 110 parcelas que lo constituían, informando a los eventuales compradores que se podía construir una vivienda en cada una de esas parcelas. Frente a esta situación, que hubiera significado también un grave deterioro del paisaje y un daño irreversible al valioso patrimonio medioambiental de Zapallar, un grupo de 22 zapallarinos compró en el año 2007 las 110 parcelas, con el compromiso autoimpuesto de destinar solo 26 de ellas para viviendas (una casa por parcela) y dedicar las restantes (aproximadamente 75 Há) para la conformación de un parque natural en beneficio de la comunidad.
Mientras todo esto ocurría, año tras año, la hermana le mandaba correspondencia al alcalde, desde los distintos hogares de ancianos donde ejercía sus labores religiosas, simplemente expresándole que rezaba para que el común propósito se hiciera realidad.
En fin, el 3 de noviembre del año 2012, Sor Antonieta, presenció, junto a su madre, de 99 años, el cumplimiento de un anhelo nunca olvidado. Ese día se celebró una emocionante ceremonia en la cancha de futbol de Zapallar, donde la religiosa bendijo una escultura de bronce de Cristo que había sido hecha a imagen y semejanza del original y que luego fue subida en helicóptero a su lugar, en el, poco antes inaugurado, Parque El Boldo.
La Corporación Bosques de Zapallar, institución encargada de la administración del Parque El Boldo, agradece nuevamente a los 22 propietarios, quienes no solo entregaron estas tierras para crear un parque de conservación de la biodiversidad en beneficio de la comunidad, sino que además financiaron (junto a otro donante) la construcción y la instalación de la escultura, que se ha transformado, para muchos visitantes, en un símbolo de la historia de este parque.